Recuerdo un día en que el silencio se volvió negro como la muerte, en que las nubes se pararon y no me dejaban ver el sol.

Recuerdo un día en que tu velo de blando carmesí tapó casi tu rostro y no pude ver tus lágrimas rodando en pos de una ventura casi desvanecida.

Recuerdo un día en que salí de noche y vi las estrellas, tus estrellas, mis estrellas, rodeadas de negro tizón pintado en un mapa de acuarelas oscuras.

Recuerdo un día en que la postrera flor de una primavera temprana me sonrió, como sin querer, como riéndose de mi afán por coger tanta hermosura.

Recuerdo un día en que la noche amargó mi sana voluntad de quererte.

Recuerdo un día en que nos despedimos.

Recuerdo un día en que tus zapatillas se quedaron atrás, se volvieron no se a dónde, giraron tantas veces que su dirección se perdió en medio de la nada.

Recuerdo tantas cosas de un día cualquiera, que cuando me levanto no quiero recordar pero recuerdo.

Pero la pena pasará. Ya casi está pasando. La noche se acabará. Ya está amaneciendo. Las rosas volverán en otra primavera. Ya están floreciendo. Las nubes dejarán el cielo. Ya está saliendo el sol.

Y allí estarás tú, como si nada hubiera pasado. Estarás con tu sonrisa de aurora naciente, con tus brazos abiertos, esperando.

Ya te veo.

Voy.

Ángel Lorenzana Alonso