– Fíjate Remigio, ese hombre que llora será de nuestra edad. Es terrible. ¿Te imaginas que tuviéramos que ser evacuados de la residencia?

– No Rosa, no lo quiero ni imaginar, además ese hombre también ha perdido su casa, se la ha comido esa negra sangre densa y caliente que lame con su enorme lengua todo lo que pilla a su paso.

Rosalina tenía emoción en los ojos, conocía la isla. Había estado un par de semanas en un viaje, hacía ya unos cuantos años, pero recordaba la calidez de las palmeras y palmeros, la dureza del trabajo en las plataneras, el sacrificio de los pescadores… También recordaba el mar, la luz de la isla, el recorrido por la caldera de Taburiente, el Roque de los Muchachos, la excursión a Tenegía, el penúltimo volcán que sacudió a La Palma, la laurisilva, y tantas experiencias más.  Ahora, que se sucedían las imágenes del volcán bramando fuego en todas las cadenas de la televisión, recordaba con nitidez lo vivido durante aquel viaje que tanto disfrutó.

La mano de Remigio en su hombro, vino a sacarla del pasado. – Venga Rosalina, vamos a dar una vuelta, así se te pasará un poco la congoja.

-Gracias Remigio, contestó Rosalina, es que la impotencia es total, la naturaleza nos recuerda con mucha frecuencia, que somos una insignificante motita de ese misma lava que expulsa el volcán, y nos creemos gigantes y dioses.

– Bueno, bueno, venga, vamos a dar ese paseo los tres y a ver las orquídeas del salón, que están a punto de brotar las flores.

Rosalina, Remigio y Rosa, se encaminan por el pasillo de la residencia unidos por una enorme amistad y por un cariño que se han regalado mutuamente para seguir en la lava de los días que el tiempo nos ofrece.

Mordida existencial: La naturaleza es mucho más poderosa que la mente humana, eso lo sabe cualquier ser que viva en este planeta, pero a los que somos racionales, se nos olvida agradecer a la vida, el que nos haya dejado llegar hasta aquí. Ser racionales, parece que en vez de darnos ojos para respetar y avanzar sin dañar, nos ha puesto una venda, que solo movemos cuando las cosas nos van mal. No acabamos de asimilar que la vida y la naturaleza, están por encima de nosotros.

Algunos habitantes de La Palma, tendrán que comenzar de cero. Levantemos la venda, pongámonos en la piel y en el corazón  de ellas y ellos.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo