-Traerme el cuadernillo del poeta que visita hoy “Poesía a Orillas del Órbigo”, por favor y que me lo firme, que me hace mucha ilusión.

-Sin problema, cuando lleguemos te daremos los pormenores del recital de hoy, es una pena que no puedas acompañarnos. Comentó Rosa.

-Mucho peor es que tengas que estar postrado en cama por culpa de la maldita ciática, aunque hay cosas peores. Añadió Rosalina.

Ambas salieron de la habitación de Remigio un poco tristes, ya estaban acostumbradas a que su amigo las acompañara y sobre todo a la paradina de vuelta a la residencia, que hacían en uno de los bancos del camino, para que él les leyera uno de los poemas del librito que se entrega en cada recital, con los poemas del autor que lea ese día. Remigio era un excelente rapsoda, leía con mucho sentimiento.

Rosa y Rosalina salieron de la residencia donde vivían y donde habían encontrado el amor, para dirigirse a la vera del Órbigo, donde hoy sería el último recital de este julio de versos, de agua y verde, de palabras amarradas al cauce del río y al cauce de los días. Palabras sanadoras que posan sus alas en los hombros de todos los que acuden a escuchar poemas y sentimientos nacidos en el recóndito meandro de alguna de las cavidades del corazón, o de las sinuosas curvas que pueblan los sesos.

Mordida existencial: Vaya hoy esta mordida para Eloy Rubio Carro, aunque la mordida de existencia, también la sentimos los que estuvimos escuchando sus poemas como un regalo caído de las semillas que el viento de la creación nos fue dejando sobre nuestros cuerpos. Eloy Rubio Carro es un filósofo y un fotógrafo, qué casualidad, ¿o es causalidad?; un retratador por fuera y por dentro, claro así cualquiera escribe pomas de vida y siento (siento, luego existo). Eloy Rubio Carro, además de filósofo y fotógrafo es un enorme poeta que dispara su objetivo a dar en el alma. Que como dice Alfredo Taján “la poesía es el trabajo sucio de la filosofía, sin embargo abre sus ventanas, y se humaniza, cuando narra un acontecimiento”.

Va una pequeña muestra del talento de Eloy, en el principio de su poema Quien me diga quién fui yo: Mi no ser ondula en los trigales. / Es el lomo que desfleca el viento / para que llore, / y al desvanecerme lo acaricie / con mi torso de hombre. / Mi no ser desafiado a dar el ser / a esa nada que es el dios que se arranca a mis ojos…

También una mordida de existencia a Tomás Néstor Martínez Álvarez, creador de “Poesía a Orillas del Órbigo”, a Helena García Fraile, siempre dispuesta a dar lo mejor de sí y a todo el personal del ayuntamiento que hace posible que “Poesía a Orillas del Órbigo”, sea un remanso de gratificante energía donde respirar el oxígeno de los poemas y donde descansar de tanta palabrería y vocerío. Gracias “Poesía a Orillas del Órbigo” y que la existencia te siga siendo favorable.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo