En la residencia donde viven Rosa, Remigio, Rosalina y muchos compañeros más, habían hecho un ejercicio práctico de la invasión del plástico en nuestro día a día. La nieta de Romualdo, con permiso de la directora de la residencia y por supuesto con el consentimiento de los residentes, les había propuesto hacer un kilómetro de ida y otro de vuelta, por ambos lados de la carretera que pasaba por delante de aquel hogar de los últimos años. Cada persona, armada con un saco de papel, tenía que ir recogiendo todo el material de plástico, latas y briks, que había tirado en el suelo.

-Esto es vergonzoso, dijo Rosalina airada. ¿Somos animales racionales? Viendo esto no lo parece.

-Es vergonzoso y triste, añadió Remigio. Aunque debo admitir que en mis años jóvenes, yo era un poco cafre, lo reconozco.

– Creo que todo esto se debe a la falta de educación y concienciación en los hogares. Añadió Rosa. Si enseñas respeto y dignidad a tus vástagos, se convertirán en sus señas de identidad.

Una vez depositado todo el plástico recogido en el contenedor, Rosalina se acercó a la directora de la residencia para darle una revista en donde venía un artículo muy interesante sobre reutilización de plástico desechado.

Mordida existencial: El artículo iba dedicado a una ingeniera keniana, Nzambi Matee, que convierte el plástico de un solo uso en ladrillos de plástico reciclado.

“Nzambi Matee fundó “Gjenge Makers”, una empresa que transforma plásticos en materiales de construcción sostenibles y extremadamente duraderos, utilizando máquinas diseñadas por la propia Matee. Sus ladrillos de colores son fuertes y muy resistentes. También son económicos, solo cuestan unos 7,70 dólares por metro cuadrado de ladrillo colocado. Desde que comenzó la producción en 2017, la fábrica ha procesado 20 toneladas de desechos plásticos y los niveles de producción son de 1.500 ladrillos por día. Nzambi Matee, es una de las siete ganadoras del premio de sostenibilidad de Young Champions o the Earth 2020 de la ONU.” Debo decir que el párrafo entrecomillado, lo he copiado de Internet, pero me parece magnífica la iniciativa de una joven ingeniera, dispuesta a luchar contra el cambio climático y la suciedad que deja la huella humana.

Todos podemos poner nuestro granito de arena. Todos somos hijos de la Tierra.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.