Aquella tarde en la residencia había vuelos y aromas de niñez. La directora procuraba que los habitantes de aquella casa, hicieran de ella su hogar, había veces que lo conseguía, como esta tarde en la que había chocolate con churros para merendar. Cada cierto tiempo, sin que interfiriera en la salud de los residentes, ocurría un pequeño capricho culinario, como el de hoy. La cocinera se la arreglaba muy bien para que todo supiera a gloria, aunque no tuviera casi azúcar, ni sal, ni grasa…

Rosa, Romualdo, Rosalina y Remigio, tenían por costumbre acicalarse como si fueran al teatro o a cualquier evento los domingos, fiestas y días, que como hoy, había un precioso motivo para ponerse guapos. No es que no lo estuviesen a diario, pero digamos que los días de celebración, se repeinaban, se reajustaban las prendas y se redibujaban una enorme sonrisa, incluido Remigio, que era el más remiso de todos, pero a estas alturas de la convivencia con sus compañeros-amigos, ya se le había metido en el cuerpo la buena manera de andar por la vida de sus tres casi hermanos.

Se sentaron en su mesa del comedor, siempre era la misma. Se dijeron lo guapos que estaban, sobre todo Rosa a Rosalina; Remigio le guiñó un ojo a Romualdo y soltó:

-Rosa hija se te cae la baba mirando a Rosalina. Es muy bonito ver cómo el amor ha florecido aquí dentro en esta etapa de la vida.

– Gracias Remigio, me gustaría que tu también tuvieses la oportunidad de encontrar un amor en estos momentos en los que ya estamos en la recta final. Por experiencia te diré que he vuelto a la adolescencia, peor aún, a veces me sorprendo alelada mirando a Rosalina, nunca antes me había pasado.

Los cuatro rieron y se dieron la mano en señal de afecto. Pronto el chocolate y los churros estuvieron sobre la mesa y aquello olía a gloria bendita.

– Nos vamos a poner ciegos, pero un día es un día. Comentó Romualdo.

Mordida existencial: La vida es larga, pero muy corta a la vez. En el camino nos van poniendo obstáculos hasta nuestros propios defectos, por no saber reconocerlos. Pero siempre es tiempo de reconectar con la alegría, con la esperanza y con el cariño de los otros, claro que para eso, lo más importante es querernos y aceptarnos a nosotros mismos. ¡Hummm ya huele a gloria en la cocina! Me ha quedado un chocolate divino. Ahora voy a freír los churros. Si gustáis… ¡Qué aproveche!

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.