-¡Qué olirín! Da gusto andar hoy por el pasillo. Comentan todos los residentes. Y no es para menos, el aroma viene de la cocina de la residencia y es ese olor a niño y a madre que todos llevamos en los genes.
– El olor de las manzanas asándose, es el regazo de la abuela acolchando nuestro dolor, después de habernos lavado las heridas de las rodillas con aquel jabón que ella misma fabricaba. Le comenta Romualdo a su amigo Remigio.
– Ahora que lo dices, recuerdo temporadas en las que aún no se me habían caído las postillas de las rodillas, y me hacía nuevas heridas encima de las anteriores. Si, es cierto, recuerdo a mi abuela poniéndome una de aquellas manzanas asadas en un platín: “Anda cómetela, verás como se te va el escozor de las rodillas”.
– Recuerdo aquellas mañanas de noviembre, cuando madre y yo llegábamos con los baldes de la ropa del lavadero. Ella había asado manzanas el día antes. Metía dos en el horno de la cocina y en cuanto se calentaban, nos las comíamos mano a mano, mirándonos con una gran sonrisa. “Esto nos calentará hasta el alma” me decía con aquella ternura que llenaba la casa.
Mordida existencial: Es cierto que hay sabores, olores, tactos, paisajes, sonidos, en los que van las fibras de la niñez. El borbotar de los garbanzos, el tacto de las sábanas recién planchadas, el gusto de aquellas sopinas de ajo, la visión de una fotografía donde el paisaje son los rostros de los seres queridos que ya no nos acompañan, el olor de las manzanas asadas. La vida sencilla de los que nos precedieron, debería ser un espejo donde mirarnos, máxime en estos tiempos de pandemia. Si algo podemos aprender de la vida sencilla, es que en ella hay tiempo para disfrutar de lo pequeño, que no es tan pequeño, ya que lo grande, casi siempre ha sido pequeño antes. En la vida sencilla hay tiempo para calmar las ansias de tenerlo todo en un instante. Se nos ha olvidado lo perfecto y hermoso del camino que nos lleva a conseguir las cosas, en ese camino vamos aprendiendo a conocernos y a saber que los otros tienen el mismo derecho a transitar su propio camino. En fin…, lo que han dado de sí las manzanas asadas, pues eso, que en tiempos de pandemia, no estaría nada mal encender el horno y dejar que el hogar se llenara de rica alegría. ¡Buen provecho!
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.