– Escucha Rosalina, te voy a leer un trozo del artículo del periódico. Rosa contempla a su compañera mientras ésta pinta el campo que se ve desde la ventana de la residencia, donde ambas mujeres viven desde hace tiempo.

-Con motivo del día de las escritoras, el 15 de este mes, un periodista dedica su trabajo, en esta ocasión, a Enkheduanna. Escucha:

Enkheduana, ha sido la primera autora en la historia de la que se tiene constancia, y cuyo nombre se conserva. Nació en el 2.300 a.c. en el imperio acadio. Ostentó el importante cargo, político-religioso, de “Suma Sacerdotisa” en el templo del dios Nannar (Luna). Era una princesa, hija del rey Sargón I de Acad, que vivió en la ciudad de Ur. Los eruditos en historia y literatura la consideran la autora y poeta más antigua cuyo nombre se conoce, debido a que en sus poemas y demás escritos en cuneiforme sobre tablillas de arcilla, Enkduanna colocaba su nombre.

Escribió los primeros textos que se pueden atribuir, hasta el momento, a la historia de la literatura de autor. La autoridad de Enkduanna instala la educación femenina en la antigua Mesopotamia. Se sabe que esposas de los reyes, unas encargaban  poesía  y otras también la compusieron ellas mismas, auspiciadas por el reinado de la primera persona que hizo literatura de autor.

-¡Qué maravilla!! Aplaudió Rosalina dejando sus pinceles con la paleta encima de la mesa. No tenía ni idea de su existencia, pero seguramente que tampoco interesa que sea muy conocida, si hubiese sido un hombre, ya estaría en los diccionarios enciclopédicos, pero como era mujer… ¡Fíjate, la primera obra de autor, y es de una mujer!

-De una mujer de hace la friolera de 4.320 años. Me gusta mucho que sea un hombre el que le haya dedicado un espacio a esta grandiosa, también gran diosa, desconocida. Algo se va avanzando.

Mordida existencial: La existencia de Enkheduanna, la descubrí gracias a otra gran escritora como es Ángeles Caso, que dedicó en la radio un espacio a esta mujer, y a mí me dejó un gusto afable y cálido en el rincón femenino de las vísceras. Con esta humilde tarea, he querido dar las gracias a todas las escritoras que nos han demostrado, demuestran y demostrarán que la literatura no tiene género.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo