• El tiempo medio de espera en todo tipo de consultas y listas de espera para intervenciones empezó a crecer a partir de 2011 y alcanzó su máximo en 2016.
  • “Nuestro sistema sanitario ha demostrado tener una gran capacidad de respuesta, pero, dentro de lo malo, es una oportunidad para establecer dinámicas de aprendizaje para el futuro,” afirma Cuscó.

El descenso de afectados por coronavirus en las urgencias ha permitido “respirar” a muchos centros sanitarios, y las medidas de confinamiento han evitado el colapso que se preveía hace unas semanas en las UCI. Ahora, cuando ya se empieza a hablar de la “reconstrucción” nuestro sistema sanitario miran con preocupación su asignatura pendiente: las listas de espera.

Estas listas, la asignatura pendiente de nuestro sistema sanitario, quedaron en un segundo plano por la saturación de UCIs y urgencias ante la propagación del COVID-19. El colapso sanitario forzó a aplazar sine die todas las operaciones, trasplantes e intervenciones quirúrgicas de distinta gravedad, no sólo por la falta de espacio en los centros sanitarios, sino como forma de evitar que la enfermedad se propagara también entre más personal y pacientes que acuden a una cita. “Lo grave de esta situación es que ha afectado a todos los centros sanitarios sin excepción. Este virus ha arrasado con las previsiones y planificaciones de profesionales y pacientes, atrasando intervenciones de todo tipo.

Nuestro sistema sanitario ha demostrado tener una gran capacidad de respuesta, y, dentro de lo malo, es una oportunidad para establecer dinámicas de aprendizaje para el futuro,” afirma Ruth Cuscó, directora gerente de ASHO. La situación, en lo que a listas de espera se refiere, es el nuevo reto post-coronavirus. En 2019 conocíamos que el tiempo medio de demora en las listas de espera en 2018 para una intervención quirúrgica no urgente en España era de 104 días, es decir, tres meses y medio. Sin embargo, según los últimos datos publicados en esta materia, el primer semestre de 2019 acumuló un total de 671.494 pacientes en lista de espera quirúrgica, la cifra más alta de la última década, con una demora para entrar al quirófano situada en 115 días, es decir, casi cuatro meses.

Ese tiempo en las listas de espera se reduce aproximadamente 11 días en el caso de los hospitales privados “el ámbito privado por sus características inertes a su modelo puede tener más facilidad y flexibilidad para implantar modelos de gestión que aporten adaptabilidad a la casuística propia de cada paciente, y a las necesidades de personal sanitario, lo que permite optimizar recursos” explica Cuscó.

Sin embargo, si el escenario pre-COVID-19 en nuestro país mostraba zonas con hasta más de 140 días de espera para operaciones quirúrgicas, el escenario post COVID, al que se suma el agotamiento de los profesionales y el riego de contagio, además de la escasez de recursos, es fácil prever que el tiempo de espera se extienda incluso por encima de lo recomendable.

Dos visiones, una realidad En esta situación, son muchos los colectivos que piden a las autoridades un plan para evitar el colapso sanitario cuando se relaje el brote de COVID-19. Sin embargo, en cuanto a listas de espera, el sector privado, por un lado, defiende que con una inversión muy inferior a la que hace el estado (el gobierno aporta al sector sanitario en global 4.251 millones de euros y las comunidades autónomas en conjunto suman más de 66.000 millones de gasto añadido), la gestión privada consigue que sus hospitales tengan listas de espera y tiempos mucho menores, pese a que el colapso ocasionado por la crisis de COVID-19, les afecte por igual. Para Ruth Cuscó “la crisis del coronavirus en España debe suponer el punto de partida para la colaboración público-privada, apostamos por los sistemas de aprendizaje y sinergias entre ambos sectores, público y privado, para optimizar los recursos de que disponemos y reducir el coste humano y económico en vez de aumentarlo.