-¡Mamá! ¿Has visto mi paquete de compresas?

Julia tenía el tiempo justo para desayunar y salir pitando para el trabajo, cuando, zás. -¡Vaya, si me tocaba dentro de tres días! Parece que esta regla no está en regla. Sonrió, al fin y al cabo, no había que enfurruñarse, bastante tenía ya con aquella sangre pululando fuera de su cuerpo durante unos días, y ella tenía suerte, no tenía retortijones, como los que sufrían algunas conocidas. Fue al armario del cuarto de baño, donde las guardaba y al no encontrar el paquete, le preguntó a su madre.

-¡Si, hija! Perdona, es que se me acabaron las de la incontinencia y tuve que echar mano de las tuyas. Toma, lo siento, no me acordé de ponerlas en su sitio.

Julia sonrió ante el espejo del baño. –Ahora compresas de regla, más adelante compresas de incontinencia.

En el trabajo se encontró a la última muchacha que habían asilado en el centro de acogida, donde ella trabajaba, lloriqueando. Aunque les habían explicado todo sobre la regla, Elia, que así se llamaba, reaccionó con desconcierto.

Julia la tomó de la mano y se la llevó al aseo. Tomó una compresa de un paquete y le explicó cómo debía utilizarla. Fíjate, hoy, las dos estamos con la regla.

A Elia se le iluminaron los ojos al escuchar a Julia. –Mira, se bajó el pantalón, yo la llevo puesta, ¿a qué no se nota? No temas, al principio es un poco así…, como diría…, molesto, para qué nos vamos a engañar, pero te acostumbrarás.

La regla de las mujeres es la regla por excelencia, aunque eso solo lo sabemos nosotras. Aún es tabú en muchas comunidades en las que a las mujeres con la regla no se las deja hacer la comida, ni entrar en lugares religiosos, ya que se considera que mientras sangran son impuras… Si a eso le añadimos algo mucho peor, como que las mujeres pobres, en algunos países no tienen acceso a compresas y se las tienen que apañar como puedan. ¿Cómo pueden? Esa regla en toda regla, esa regla de sangre… es, tiene que ser regla de gracia y no de desgracia. Es algo que la naturaleza nos ha metido en el cuerpo, así que no sé a qué viene tanto remilgo.

Mordida existencial: Vaya esta mordida para un hombre, el señor Muruga, como se le conoce en su país, que viendo las dificultades por las que pasan muchas mujeres en la India, ha ideado una máquina de hacer compresas que emplea a mujeres, así se solucionan dos problemas, el del trabajo y el de la regla mas compuesta, o descompuesta que existe, según se mire.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.