ANDRÉS VILORIA. 1965 – 1995

Luis García Martínez

La exposición que se presenta en la Sala Provincia, tiene como motivo central la obra pictórica de Andrés Viloria, uno de los aspectos creativos más destacados de este polifacético artista. La muestra plantea un recorrido que se inicia en la segunda mitad de los años sesenta y transcurre por las diferentes fases evolutivas de su trabajo hasta su obra más actual, convirtiéndose así en una visión retrospectiva de casi cuarenta años de actividad creadora que se sintetizan en la selección de unas ochenta pinturas aproximadamente que forman la muestra.

Andrés Viloria nace en el pequeño pueblo de Torre del Bierzo (León) en abril de 1918 y este hecho, que en principio puede parecer anecdótico, tiene una gran significación por la constante influencia que ha ejercido sobre el artista y que se evidencia en su persistente preocupación y amor por la naturaleza, la cual incorpora en su obra con una gran carga poética, convirtiéndola en una constante y recurrente fuente de inspiración que subyace en su trabajo plástico. Posteriormente se trasladará a Ponferrada donde fallecerá en el año 2007, Ponferrada fue su lugar habitual de residencia donde desarrollará todo su quehacer artístico, manteniéndose aislado de los importantes centros culturales a nivel nacional como eran Madrid, Valencia o Barcelona, aislamiento voluntario que rompía con cierta frecuencia gracias a breves viajes que realizada a Madrid y que le servían para estar informado adecuadamente de la situación artística de cada momento. Esta circunstancia de extrañamiento en el Bierzo, espacio por esencia singular y mágico, le servirá a nuestro autor para conseguir una máxima libertad de expresión en su trabajo, al mismo tiempo que para alcanzar una gran estabilidad y coherencia en su trayectoria artística la cual ha permanecido siempre ajena a los frecuentes avatares puntuales, tanto de la situación de los mercados comerciales como de los críticos al uso.

Andrés Viloria es un hombre polifacético en sus aptitudes creativas, de mirada profunda y ensimismada que analiza la realidad que nos rodea con una especial sensibilidad. Desde muy joven siente una gran inquietud por la cultura en el sentido más amplio del término, aproximándose al mundo de la literatura y la poesía en el cual participará muy activamente, mostrando al mismo tiempo un gran interés por la actividad pictórica, a la cual podrá dedicarse plenamente a partir de mediados de la década de los años sesenta. La constancia demostrada por Andrés Viloria después de muchos años de trabajo en su proceso de creación e investigación pictórica, ha facilitado la evolución de una trayectoria amplia que se ha consolidado en el tiempo y que en la actualidad supone una importante aportación para el contexto general de la plástica en nuestra provincia.

Cuando Andrés Viloria inicia su andadura en este mundo tan complejo y difícil de la pintora lo hace de una forma autodidacta. Sus primeras obras, como él mismo declara, toman como punto de partida una técnica de tipo impresionista, que le facilita una interpretación totalmente libre del paisaje berciano. Posteriormente, pero dentro de esta fase inicial, se dan momentos en los cuales el artista trabaja y experimenta con diferentes técnicas y nuevos materiales, manteniendo su interés por el paisaje pero incorporando en éste una visión particular, haciendo desaparecer de la obra el elemento más anecdótico y descriptivo, que es sustituido por un componente de tipo simbólico de gran fuerza expresiva, acercándonos así a una visión romántica del Bierzo que hunde sus raíces en la tradición más popular. Este tipo de cuadros, presentan generalmente en su resolución formal, una distribución compositiva por planos que producen un efecto de tipo constructivo en la obra. Algunos de los paisajes arquitectónicos de este periodo, causan en el espectador una sensación de frialdad y distancia como consecuencia de la incorporación en el mismo de una gama reducida de colores sucios que son distribuidos por medio de manchas planas, sometidas a una fuerte geometrización. Pero esta fase de tipo inicial se verá pronto superada por otro tipo de intereses más en sintonía con algunas de las propuestas que se desarrollaban en nuestro país y que estaban vinculadas a diferentes formulaciones informalistas ya establecidas.

Una visión más amplia y retrospectiva de la obra de Andrés Viloria nos indica el empleo de un elemento constante que se reitera en el desarrollo de su labor plástica y que le sirve para articular de alguna manera toda la evolución de su pintura. Este elemento o hilo conductor de su obra es la serie temática, que en el caso concreto que nos ocupa suelen desarrollarse plenamente en varios años o incluso décadas. La unidad pictórica en sí misma y de forma estanca, no tiene sentido para Andrés Viloria, su obra engarza en un conjunto perfecto formado por diferentes elementos que se engranan entre sí, siendo la serie temática ese conjunto que tiene una unidad global y que da al mismo tiempo sentido a cada uno de los componentes que la forman.

Con respecto al empleo de soportes, Viloria tiene un gran interés en la utilización e investigación del comportamiento de los nuevos materiales de tipo industrial, como es el caso del aglomerado de madera, material que utilizará de forma generalizada desde mediados de los años sesenta hasta los inicios de la década de los ochenta, como base de sus pinturas. Uno de los atractivos que este material le ofrece, es la facilidad con la cual se pueden incorporar sobre la superficie de la madera los diferentes tratamientos de empaste que posibilitan al autor la creación de un universo rico y variado de texturas, sobre las cuales trabaja posteriormente utilizando raspaduras, cortes, goteos y otros métodos que le sirven para conseguir desarrollar plenamente las posibilidades matéricas de la obra. Otro aspecto de este material que le interesa al artista, es la posibilidad de crear un amplio espectro de matices y texturas por medio del tratamiento violento de la superficie de la madera utilizando gubias, creándose de esta forma un espacio erosionado donde la incorporación del color potencia el efecto agresivo y sugerente de las texturas. La utilización de este material ha servido también para conseguir una perfecta conservación de sus pinturas. Pero Andrés Viloria no siempre incorpora el aglomerado como material soporte de sus pinturas, en los inicios de los años ochenta trabaja con la madera natural, siendo muy común la utilización del nogal, la cual emplea como un elemento más integrado en la propia composición de la obra, siendo el color una aportación específica de la madera. Es importante destacar cómo en la mayoría de las ocasiones son maderas reutilizadas de bancos, mesas y otros muebles de uso doméstico, que fueron diseñadas para cumplir una función diferente y por medio de la intervención plástica se produce en ellas una transformación irreversible que las convierte en objetos artísticos. Pero estas maderas tienen un pasado, una historia que subyace en su propia forma y que aflora al exterior por medio de las huellas que el tiempo ha dejado en su superficie, componente éste de tipo poético que es aprovechado por Andrés Viloria e incorporado a la obra consiguiendo así un mayor enriquecimiento que se produce por la potenciación de la materialidad de este soporte.

En la década de los sesenta, momento en el que se dedica con plenitud a la actividad pictórica, centra sus investigaciones en los múltiples procesos técnicos que le sirven para realizar sobre la superficie del plano diferentes efectos materiales y visuales, que se derivan de las calidades conseguidas por medio de la incorporación de algunas pastas de imprimación que son aplicadas al aglomerado. Su obra se centra en estos momentos en la utilización de una amplia gama de efectos matéricos que serán la base del desarrollo de su trabajo y conseguirán dotar al mismo de una capacidad expresiva y sugerente de gran intensidad. A este periodo corresponden las creaciones que se agrupan en la serie titulada Las pieles del mundo, conjunto de pinturas en las cuales el artista parte de un color monocromo y uniforme que se distribuye por toda la superficie, rompiéndose con la incorporación de algunos focos de atención dispersos que aparecen como consecuencia de la potenciación de capas de texturas que son resaltadas por medio de cambios de tonalidad. Estas imágenes austeras, nos acercan a espacios infinitos e intangibles en los que las tensiones se acentúan por medio de la erosión y desgarro que Andrés Viloria realiza en los diferentes planos estratigráficos del cuadro. En este mismo periodo, en la década de los sesenta, realiza varias pinturas en las que se intensifican los aspectos matéricos incorporando un conjunto de elementos metálicos que se alinean en la parte inferior. En estas obras apaisadas, reina un silencio absoluto y enigmático. La tensión gestual conformada en diferentes trazos curvos se apodera de la composición de una forma dramática y tensa.

Ya en los años setenta, su pintura con respecto al color se hace más clara y luminosa utilizando una gama amplia de tierras y aunque sigue manteniendo un sentido monocromo, introduce variaciones tonales, leves contrastes de color que son producidos por la elaboración de texturas en el plano pictórico, así como por el tratamiento de pigmentación diferencial en la superficie. En este tipo de obras que se mantienen en el ámbito de la abstracción matérica, se potencia de una forma clara la creación de una amplia gama de texturas que se consiguen con la utilización de gubias y que nos produce la sensación de estar ante una superficie pétrea o terrosa que ha sido sometida a un efecto de erosión permanente. Es en este momento la ocasión adecuada para recordar el interés que Andrés Viloria ha demostrado por la arqueología, así sus obras nos recuerdan en algunos casos a modelos iconográficos y restos de las culturas más ancestrales. Gran parte de las pinturas de este periodo presentan un desarrollo iconográfico muy recargado y complejo que produce en su pintura un cierto barroquismo, si bien es cierto que existen excepciones como es el caso de la obra Espacio con motivo II  (1974), la cual está realizada con una gran sencillez partiendo de una simetría axial que distribuye la composición formada por signos esquemáticos que se distribuyen sobre una amplia superficie plana que ocupa la mayor parte del cuadro. En este tipo de obra, Andrés Viloria nos propone un acercamiento humano cargado de una profunda afectividad con relación al tema de la huella, la ruina, la permanencia y la evocación del hombre a partir del resto o el residuo, motivo este de reflexión y de gran importancia en su pensamiento.

Una de sus fases posteriores, es la correspondiente a la realización de un amplio conjunto de maderas que se formalizarán entre 1983 y 1990. En estas fechas centra su quehacer plástico en la elaboración de una serie de obras que se plantean inicialmente como relieves tallados sobre la madera. En este momento su máxima preocupación tiene como norte la reutilización de maderas nobles procedentes de muebles viejos, siendo la madera de nogal la más usada. En esta serie de obras, el soporte como tal con sus propias características matéricas, se comporta como un factor fundamental de la pieza en su globalidad, primero por la poética vivencial que se trasmite en las múltiples huellas que el tiempo ha dejado como consecuencia de su uso y segundo por la especial impronta que aporta tanto el color como las texturas de la madera. En este tipo de obras la aportación del artista se centra en el tratamiento de la superficie vaciándola con gubias y creando un amplio mundo de formas básicas y primarias que en algunos momentos sugieren referencias evocadoras de formas naturales y arquitectónicas, la presencia de la naturaleza como temática se hace evidente pero de una forma muy sutil y sensible, muy alejada de una visión descriptica de la misma, en estas pinturas el esquematismo se apodera de la composición.

En la década de los noventa utiliza como soporte general el papel y creará una amplia y genérica serie d3enominada Discurso de la naturaleza, la cual está formada por varias familias temáticas. Este conjunto de pinturas pretenden ser un canto poético y emocionado a la vida, al movimiento y al ritmo… el color se hace presente con una potencia desconocida hasta este momento, los rojos, amarillos, negros, ocres y azules se utilizan directamente del tubo sin mezclar, manteniendo una pureza que se desvanece ante la superposición de los colores, los cuales se entremezclan en la superficie de una forma tensa y espectacular. Técnicamente supone un giro muy importante en su trayectoria puesto que la utilización de pinturas acrílicas le da una gran libertad de expresión al artista, desatando sobre el plano de papel una energía convulsiva que se dirige a la producción de gestualizaciones gráficas muy violentas y rítmicas. La fuerza expresiva de esta serie procede de la sensación de inmediatez y frescura que nos produce su observación.

Correspondiente a los últimos trabajos realizados por Andrés Viloria, nos encontramos con una serie muy interesante que el artista titula: Paisaje humano, la cual se ha incorporado en su totalidad a la muestra. Esta seri forma parte también de su obra general denominada: Discurso de la Naturaleza. Este conjunto de dibujos, según nos confiesa el artista, se inspiran en aquellos entretenimientos que Pablo Picasso solía realizar en los manteles de papel de bares y restaurantes, bosquejos y apuntes rápidos de una gran frescura. En esta ocasión, lo que le interesa al artista es profundizar en la experimentación gráfica de tipo automático para conseguir utilizar adecuadamente el impulso instantáneo que dota al dibujo de una inmediatez y agilidad permanente. En realidad, este tipo de propuestas plásticas suponen abandonarse al destino de un impulso interno y rítmico, generado a partir de una situación de profunda soledad. El reto que tiene el artista consigo mismo ante la imposibilidad de corregir el gesto gráfico que surge de su mano, produce en éste fuertes descargas de tensión emocional que hacen vivenciar más intensamente la creación pictórica, en cierto modo este proceso creativo se acerca con las lógicas diferencias al automatismo surrealista. Estas obras de pequeño formato, que Andrés Viloria agrupa en conjuntos de cuatro, son trabajos de una gran delicadeza que han sido realizados con la máxima simplicidad técnica, en las cuales el protagonismo está en la utilización de un potente gesto sepia que se desliza por la superficie del papel con gran energía y tensión consiguiendo dar a la composición in ritmo armonioso.