Con la llegada del verano, resurgen los falsos tópicos y frases hechas sobre incendios forestales. El clásico “todos contra el fuego” nos induce a temer el fuego, pero ha sido usado por la humanidad desde hace más de 9.000 años. Existen dataciones de incendios forestales desde el Carbonífero (hace más de 300 millones de años).

¿Erradicar el fuego es una solución?

Se ha perdido el conocimiento de los efectos y usos positivos del fuego, amplificándose los negativos. Por ello, se promueven políticas de supresión total, generándose condiciones sociales y ambientales que fomentan los megaincendios forestales, fuegos extremos o de sexta generación. A esta dualidad supresión total-grandes incendios se la conoce como paradoja de la extinción.

Como refleja el Informe de estadística general de incendios forestales del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el número total de incendios es cada vez menor. No todos los incendios “calcinan y devastan” toda la superficie clasificada como perímetro quemado.

Sin embargo, la superficie afectada por grandes incendios forestales (aquellos con más de 500 ha quemadas) aumenta, por lo que la extinción directa deja de ser efectiva en situaciones extremas.

Además, están variando las características del régimen de incendios debido a cambios en el paisaje y usos de suelo, al cambio climático y al abandono rural: el riesgo se extiende a lo largo de todo el año y aumentan la recurrencia y la severidad de quemado.

El modelo actual de lucha contra incendios data de los 90 (basado casi en exclusiva en medidas de extinción) y no está preparado para estos cambios, como tampoco nuestra sociedad ni nuestros ecosistemas. Por ello necesitamos un cambio de estrategia y una mejora en la planificación, la divulgación y la educación.

Manejar la vegetación, no eliminarla

El manido “el bosque está sucio” menosprecia la biodiversidad de nuestros bosques. Tratar la gran cantidad de superficie forestal abandonada tendría costes inasumibles, con la dificultad añadida de que más del 70 % de la propiedad es privada.

Aun así, las administraciones desarrollan y ejecutan planes de silvicultura preventiva donde la importancia de los cortafuegos es relativamente baja. El objetivo de la actuación en áreas y fajas auxiliares (en laterales de caminos o puntos estratégicos de gestión) no es eliminar la vegetación, sino cambiar la estructura de los combustibles para reducir el riesgo de incendios grandes y severos.

Las nuevas líneas de actuación buscan implementar las bases de importantes disciplinas de conocimiento (como la biología de la conservación o la ecología del fuego) en los sistemas de gestión del territorio y del paisaje. Una de las acciones que promueven es el uso del fuego amigo, en quemas prescritas o como fuegos controlados que dan un revés a mitos como “ni un incendio más” o “todos los incendios son perjudiciales”.

Más concienciación para prevenir incendios

Si bien es cierto que para reducir el riesgo de incendio es necesaria una mejora en la concienciación social y en las medidas contra la impunidad, no lo es tanto el endurecimiento de las penas de prisión para incendiarios. Se identifica a menos del 10% de los autores de incendios y los “pirómanos” o “mafias de la madera” son causas minoritarias dentro de los incendios intencionados.

De hecho, la recalificación de suelos incendiados está prohibida y el precio de la madera quemada no aumenta significativamente. Las causas principales son negligencias por trabajos agroforestales, por lo que se necesita un mejor estudio de esta causalidad, que puede variar territorialmente.

Ya que es imposible eliminar todos los incendios, se debería gestionar con el objetivo de adecuar el regímenes de incendios a niveles sostenibles (variable según el ecosistema y uso de suelo) para evitar pérdida de vidas humanas y reducir graves daños económicos y ecológicos. Pequeños incendios de superficie, para gestión, regeneración de pastos, etc. serían sostenibles económica, social y ecológicamente.

No obstante, la creencia de que “los bosques se recuperan solos” es, en cierto grado, verdadera. Nuestros ecosistemas han evolucionado adaptándose a unos regímenes de incendio históricos.

Sin embargo, la vulnerabilidad de los ecosistemas está aumentando debido a la tropicalización de latitudes medias, la torrencialidad de precipitaciones, las sequías más severas y prolongadas y las olas de calor.

El resultado es una desertificación de grandes zonas, con pérdida total de vegetación y suelo, debido a incendios de muy alta severidad, recurrentes o que ocurren en estaciones fuera de parada vegetativa (fuera del periodo estival).

Los incendios se apagan durante todo el año

Una línea a seguir y concurrente con la afirmación de que “los incendios se apagan en invierno” (que debería decir todo el año), sería la de “extraer biomasa para prevenir incendios”. Aunque, una vez más, este mantra es parcialmente erróneo.

Esta estrategia solamente reduce el peligro de incendios forestales si se extrae parte del matorral (cambiando los modelos de combustible). Esto sería aplicable a las nuevas herramientas que citamos, apoyado con ayudas por servicios ambientales (al estilo de la PAC), como los proyectos de absorción de CO2 atmosférico.

Otras herramientas y recursos en desuso podrían actuar como “bomberos” (ya que no, el incendio forestal no se apaga con agua) y contribuir a la prevención.

Se está potenciado la explotación de resina, pastos para ganado y las quemas prescritas para gestión silvícola preventiva. Su implementación redundaría, además, en un beneficio social por mitigación del abandono rural y mejora del medio natural y del paisaje (mayor biodiversidad), como han demostrado numerosos artículos científicos.

Soluciones de futuro

Para caminar en la dirección correcta, se debe reducir la vulnerabilidad del paisaje al fuego, especialmente en la interfaz urbano-forestal, por su alto riesgo de inicio y su alta peligrosidad para la población.

Esto es competencia de la administración pública, que debería mejorar sus inversiones en el medio natural y desarrollar un plan estructural de planificación del territorio.

Pero también de las entidades privadas, que conforme al Anuario de estadística forestal del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, tienen menos del 10 % de la superficie forestal bajo gestión planificada, mientras que la Administración más del 40 %. No siempre debemos pensar que las administraciones no están haciendo nada por resolver este problema.

En la actualidad, hay varios proyectos de investigación que buscan evaluar estos impactos, beneficios y efectos de incendios y quemas. Entre otros, los proyectos GEPRIF y VIS4FIRE, donde trabajan conjuntamente centros de investigación y universidades públicas de Galicia, Madrid, Andalucía y Castilla La Mancha. Realizan seguimiento de gestión de quemas prescritas y la restauración de áreas incendiadas desde hace más de 25 años.

Fuente: Daniel Moya Navarro / Jorge Antonio de las Heras / Manuel Esteban Lucas-Borja / THE CONVERSATION, Ambientum

Artículo de referencia: https://theconversation.com/todos-contra-el-fuego-119406,