Comencé “Refugio”, con la intención de finalizar su trayectoria, en cuanto en Siria se acabara la guerra. Algunos refugiados, están volviendo a sus pueblos, lo que queda de ellos, otros tendrán miedo, mucho miedo de volver por las represalias, siempre las hay, aunque en estos días  estamos viendo, con la conmemoración de los veinticinco años del genocidio, que en Uganda se ha producido la “gracia” de que convivan asesinos con familiares de los asesinados, como prueba y raíz para que no se vuelva a producir un genocidio como ese (en cien días, ochocientas mil  personas masacradas. Como dijo fray Luís de León “para hacer el mal cualquiera es poderoso”), sigue habiendo muchas armas escupiendo muerte en las cuatro esquinitas del mundo.

           Mientras haya sangre contra sangre, habrá refugiados, y algunos refugiados, encuentran calma en los países de acogida. Veo la cara que estás poniendo amigo lector, si encuentran calma, aunque sea en la ficción, al menos en ésta que he inventado con la familia de Hala y Mazem, sus hijos Samir y Ghada, con los dos hermanos huérfanos Ahmad y Khaled, con la vecina de los primeros Clotilde y su hija y con algún personaje más que se ha apuntado al relato.

           Seguiremos contando con ellos, con los personajes, me refiero, ya que se han sabido acomodar y establecer en la vida que les ha tocado.

Además ser refugiado no es exclusivo de los otros. Yo misma utilizo la lectura y la escritura como refugio de mis propias dudas existenciales. Todos necesitamos tener cobijo, tener a otros que nos den apoyo, sabernos engarzados al cariño de los otros  en el magma de la existencia.

Por eso hoy he titulado el capítulo repaso. Repasar historias es construir presentes. Repasar para que la “memoria sea una herramienta de futuro”, esto es lo que comenta el neurocientífico José Ramón Alonso, en su libro “Historia del cerebro”.

Mordida existencial: Hoy la mordida de existencia se la quiero dar a un ser hermoso que tiene que albergar mucho cariño en sus células. No es otro que Ángel Hernández, el hombre que por su gran amor a la vida y a su mujer,  la ayudó a emprender el camino que ella deseaba, ha demostrado tener mucho amor. María José Carrasco padecía esclerosis múltiple desde hacía treinta años, solamente los que han padecido esta enfermedad, no solo los enfermos, también sus familias la padecen, saben que para esto no hay más refugio que el descanso, y si la persona afectada, desea  entrar en ese refugio, porque ya no puede más, debemos ayudarle a abrir esa puerta.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.