¿Escriben los animales? ¿Dicen algo los objetos?

Los teléfonos celulares, entre otros artefactos tecnológicos, han pasado a ser un apéndice más de nuestro cuerpo, los algoritmos cada vez saben más de nosotros y las máquinas amenazan nuestro trabajo.

¿Es posible que el hombre dé la espalda a lo “no humano”, en un momento además en el que la naturaleza nos preocupa especialmente?

En ese contexto, hasta la práctica literaria se ve afectada, no sólo en la forma, sino en el fondo.

Eso es lo que plantea el autor argentino Pablo Sanguinetti (Buenos Aires, 1978), licenciado en Teoría de la Literatura por la Universidad Complutense de Madrid, que acaba de escribir “Ensayos de literatura no humana”.

BBC Mundo habló con él para saber en qué consiste.

El ensayo se centra en lo “no humano” como fuerza creativa. ¿Por qué le interesa en este momento?

Lo no humano nos interesa a todos en este momento, incluso aunque no lo sepamos. Llevamos en el bolsillo una máquina con la que cultivamos una relación íntima. Sospechamos de forma más o menos vaga que en algún lugar se está desarrollando una inteligencia superior a la nuestra.

Y estamos recuperando una mayor consciencia del entorno natural, porque vemos que ignorarlo ha tenido consecuencias catastróficas. Todo esto sacude nuestro lugar en el mundo y nos obliga a mirar más allá de nuestra especie. En este momento de la historia, lo excepcional sería más bien no interesarse por lo no humano.

¿Cómo se relaciona esto con la literatura?

Creo que esa nueva sensibilidad hacia lo no humano es un rasgo central de la cultura de inicios del siglo XXI que atraviesa diversos ámbitos: políticos, económicos, filosóficos. Y por supuesto también estéticos, aunque de esto se hable menos. Mi trabajo se centra precisamente en esta nueva estética: cómo puede cambiar nuestra forma de escribir, leer o disfrutar la literatura.

Habla de que lo no humano genera tanto temor como confianza. En el mismo periodismo, robots están sustituyendo a redactores. Y los algoritmos cada vez parecen más perfectos en su misión de saber qué somos y qué nos gusta. ¿Nos sustituirán esas “máquinas” o el algoritmo es, al fin y al cabo, el hombre en una mejor versión?

La mezcla de miedo y entusiasmo ante lo no humano es otra marca de nuestro tiempo. No tenemos muy claro si será una ayuda o una amenaza. En la práctica, sí, imagino que puede haber consecuencias negativas de la tecnología desde un punto de vista económico, laboral, sociológico o biológico.

Pero yo hago teoría de la literatura. Y en materia estética, la aparición de una nueva voz, de una nueva sensibilidad, es un tesoro. Cualquier reflexión sobre la revolución tecnológica y ecológica que vivimos quedará coja si no incorpora esa dimensión estética.

Habla de que la revolución tecnológica que ya transformó la música o la pintura llega al texto. ¿Lo mejora, lo empeora o sólo lo cambia? ¿Por qué el texto se resistió más?

La literatura suele llegar algo tarde a los cambios que viven otras artes. Tal vez no es este el lugar para especular sobre la causa; supongo que tiene que ver con que la escritura sea una tecnología tan perfecta y con que esté tan arraigada en nuestra identidad como especie.

Lo que sí se puede afirmar es que la revolución digital es, sobre todo, una revolución textual. Algunos la comparan con lo que implicó la grabación y la electrificación para la música, o la fotografía para la pintura. ¿Murieron esas artes con la aparición de esas tecnologías? ¿O descubrieron más bien nuevos caminos creativos? Lo mismo puede decirse del mundo digital y la literatura.

En su estudio defiende la belleza literaria del discurso infantil, que solemos entender como limitado, poco desarrollado, hasta primitivo. ¿Por qué? ¿Es capaz de darme algún ejemplo? ¿Por qué no considera humanos a los niños?

Tengo que responder con una anécdota. Hace unos diez años trabajaba con un programa que escribía poemas más o menos aleatorios. Al verlos en una revista, mi hermana me llamó sorprendidísima y me dijo: “Mi hija habla así”.

La niña tenía tres años y mi hermana comenzó a grabarla cuando jugaba. Decía cosas como: “La golondrina, todos los días, leía las gotas de algún libro que se dormía”. Reunimos varias y las incluí en un libro.

La belleza del discurso infantil no necesita defensa. Es evidente para cualquiera que haya visto jugar a un niño o que haya conversado con él. ¿Qué tiene que ver todo esto con lo no humano? Que los niños vienen de ahí. Viven aún en un mundo en el que los animales hablan y las cosas están animadas. Su lenguaje nace impregnado de estética no humana, o eso me gusta imaginar.

Habla de que la tecnología no sólo revoluciona la forma de la práctica literaria, sino también el fondo. ¿Cómo lo hace? ¿En qué se percibe ya?

Al hablar de tecnología y literatura, la gente (y la prensa) piensa automáticamente en un robot que escribe novelas como un ser humano y luego incluso mejor. ¿Existe esto? ¿Existirá? No lo sé, pero cuando ocurra, a mí dejará de interesarme. Será un hito tecnológico fascinante, pero más bien irrelevante a nivel estético.

Lo que me interesa de la tecnología es que ha abierto ya un nuevo espacio de la realidad con normas propias que pueden influir en nuestra forma de leer y escribir.

¿Qué normas? Pienso en la tendencia algorítmica y aleatoria del texto digital. Pienso en la idea de “red”, donde la identidad se difumina. Pienso en las posibilidades inéditas que tenemos ahora para procesar texto, en cómo convierten el lenguaje en un material físico y “moldeable”. Pienso en nuevas formas de organización temporal que surgen del modo en que navegamos por internet. Pienso en el nuevo prestigio de lo analógico, etc. Todo eso conlleva una revolución de fondo en la literatura.

Ha dirigido talleres de escritura no humana. ¿Cómo son, en qué consisten, qué hacen los asistentes?

La idea del taller es sencilla: que los participantes visiten todas esas voces “no humanas” para incorporarlas en su propia voz y darle nuevas tonalidades. Lo hacen con ejercicios pensados para confrontar la escritura con esos rasgos de una estética no humana de los que hablaba antes.

Escriben por ejemplo de forma conjunta con un programa informático que combina las palabras de un modo especial, intentan “entrar” en el punto de vista de un objeto o de un animal, aplican estructuras temporales inusuales, etc. Hace unos días me escribió una participante para decirme que, desde su experiencia en un taller, no podía dejar de ver rasgos no humanos en todas partes. Tarde o temprano, a todos nos irá pasando algo parecido.

Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad peruana entre el 8 y 11 de noviembre de 2018.

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