Escuchó con mucha tristeza las palabras que unos niños le escupían a otro. Sintió una punzada en sus vísceras.

-¡Apártate estúpido, qué eres un cerdo! Uno tras otro, se lo fueron repitiendo.

Corrió hacia el pequeño que lloraba incrustado en la pared por aquellas pedradas verbales. – Tranquilo, espérame que ahora vuelvo.

Hala que pasaba por allí camino del mercado, se paró y se les plantó delante.

-¡Qué valientes! ¿Os ha molestado ese crío? Igual nadie os lo ha dicho, pero si seguís haciendo esto, vuestros corazones se endurecerán y seréis personas sin capacidad para ser felices en la vida. Os volveréis seres oscuros y amargados.

Una maestra que vio la escena se acercó. -¿Sucede algo? Nada señora, contestó Hala. Les estaba preguntando por una calle y ellos muy amablemente me estaban indicando la dirección.

Luego se acercó al crío que ahora sonreía. – No debes llorar, ni preocuparte por ellos. Lo que debes hacer es aprovechar muy bien las clases y hacerte una persona honorable y respetuosa. ¿Me entiendes?

El muchacho asintió. -Muchas gracias señora. Me gustaría presentarle a mi familia, vivimos cerca, pero ahora en casa no habrá nadie, todos están trabajando. ¿Querrá acercarse esta tarde?

Hala acompañó al niño a su casa, que estaba muy cerca de la escuela. Le aseguró que por la tarde se acercarían ella y su marido para conocer a la familia.

Mordida existencial: Comienza el curso. Las aulas se llenan de bullicio y de expectativas. Es la hora de compartir, de ser compañero de los otros, de buscar soluciones juntos a los problemas que nos plantea la vida. Es la hora de enseñar, de mostrar cómo, o al menos intentarlo, todos somos iguales, aunque nuestra propia identidad nos haga individuos únicos. Es hora de acoger, de dialogar, de ahondar en la capacidad del ser humano para lograr sus metas, sin quitarle ninguna oportunidad a los demás. Es hora de aprender a ser solidario y partícipe del dolor y de los problemas de los otros.

Por eso hoy esta mordida va para todos los que sufren cualquier tipo de discriminación, máxime cuando es una persona pequeña. En el cole se va a aprender, pero educar, se educa en el hogar. Ya lo dijo Plinio: “No aprenden el vicio en las escuelas, sino que lo llevan de sus casas”.  ¡Feliz curso!

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.