El hombre como medida de todo.

 

Nos han tocado tiempos difíciles para el espíritu humano, nos hemos perdido en la grandiosidad, acostumbrados a nuestro genio e ingenio lo vemos todo y nada parece suficiente, miramos al cielo y ya no guarda los misterios de antaño, buscamos hombres grandes que emulen a los dioses, pero solo vemos corrupción y gente débil que no se atreve a nada innovador.

Digo que nos hemos perdido porque nada de lo anterior es cierto, porque seguimos siendo geniales, somos la medida del mundo, somos el último punto de la evolución, medimos las distancias, medimos el peso y el calor de las estrellas, y catalogamos la Creación sin descanso. Además hemos creado a los dioses a imagen y semejanza de nuestras mayores ambiciones, Justicia, Sabiduría, Guerra, Vida y Muerte, porque ese es el espíritu del hombre, somos la máxima aspiración del corazón, lo deseamos todo y no retenemos nada.

 

 

Los espíritus débiles, los espíritus que pueblan la Tierra pidiendo moderación y calma no entienden que el espíritu de la Humanidad es como una cerilla en comparación con los dioses, nos encendemos en éxtasis y buscamos arrasar con todo, buscamos dejar una huella porque vemos el final de nuestra existencia a la vuelta de la esquina, los dioses no ambicionan porque no temen, no se equivocan porque todo lo saben, nada desean porque lo tienen todo, les falta la humanidad.

Nuestro es el orgullo de haber llegado hasta aquí, siglo XXI, temiendo la muerte en cada paso, cada mar que cruzamos, cada inyección letal para curar enfermedades, cada salto al vacío para aprender a volar, y nuestro actual empeño por dominar el éter, son el logro de quienes no se dejan amedrentar por la muerte.

Vivimos contra todo instinto, y lo natural en el hombre es ser artificial, inventamos una forma de vivir en cada época sin tener en cuenta lo que nos rodea, nos recreamos en nuestras creaciones, por eso escuchamos música, vamos al cine y leemos libros, porque nos encantamos, no en vano somos la medida del Universo.

En un mundo donde todo calla, las montañas aguardan y los ríos fluyen sin cesar, donde las estaciones son como un disco rayado en constante repetición, donde lo más original del Universo aguarda perdido en el Tiempo, cuando una gran explosión rompió con la monotonía de la nada, y después de tal palo tal astilla, vuelve la monotonía.

Donde no hay representación del “yo”, el hombre se siente solo, no tiene con quien dialogar y por eso busca dioses, busca mesías, busca encarnaciones de la perfección, y de cuando en cuando se da cuenta de que no necesita a nadie, se da cuenta de que nuestra grandeza lo llena todo, nuestra música con Beethoven y Mozart o la pintura del Bosco, nuestras letras con Shakespeare, Cervantes , Mary Shelly o Murakami, nuestro séptimo arte con Kubrik, Steven Spielberg, nuestra ciencia con Einstein, Marie Curie, Steve Jobs o Elon Musk, nuestra espiritualidad con Santa Teresa, Helena Blavatsky, Amma…

Tenemos grandes personas, sí, tenemos referentes para olvidarnos de sueños, para olvidar promesas pasajeras; mañana es hoy, no necesitamos que nos prometan un cambio, nosotros somos el cambio, dentro de nosotros habita la necesidad de dejar huella, porque morimos, y porque morimos no hay un mañana que nadie pueda prometer.

Espero que sirva de aviso para los que prometen el cielo como si el mundo en el que vivimos no fuera el Cielo y el Infierno al mismo tiempo, como si hiciera falta algo mejor o peor, no hay nada más deleznable que las necesidades creadas y si no hablen con Don Jacinto Benavente.

Un saludo.