Mercedes Auteri//

Juan Villoro, escritor e intelectual mexicano que vive entre la Ciudad de México y Barcelona, relata su mirada sobre la actualidad mexicana y española.

Ya han pasado tres meses desde que varios sismos de intensidad variable han paralizado algunas regiones del centro sur de México: el más fuerte con una magnitud de 8,2 y epicentro en Chiapas el 7 de septiembre, y otro de 7,1 en Puebla, el 19 de septiembre. Solo en la capital, Ciudad de México, hubo más de 300 muertos y numerosos edificios se cayeron. El llamado a la solidaridad continúa en varias áreas que aún están en ruinas, mientras que en estos días el gobierno canadiense pide que se aclare dónde llegaron las donaciones que el mundo donó a México para los damnificados y que el Estado todavía no ha aclarado su repartición.

Los mexicanos están acostumbrados a compartir la vida con la Muerte. La diosa Coaltlicue y la Calavera Catrina se convierten en una compañía diaria desde sus orígenes. La llaman Pelona, Huesuda, Igualadora y otros apodos, a veces graciosos. Saben que puede llegar en cualquier momento e intentan quedar bien invitándola a una fiesta en su honor. Pero cuando la Pelona llegó hace tres meses, sin embargo, ella tuvo que sorprender a todos. La de saber cómo encontrar el carnaval en el medio del Apocalipsis es una de las mayores virtudes de los mexicanos, dice Juan Villoro (Ciudad de México, 1956), escritor e intelectual nacido en México, de padre catalán. Y para Apocalypse, no solo entiende los últimos desastres naturales, sino también las plagas que afligen al país: violencia, narcotráfico, represión, corrupción, fosas comunes y desaparecidos.

Los terremotos, así como los momentos de gran crisis, también son oportunidades perfectas para generar giros e intentar comenzar de cero aceptando la necesidad de un cambio. Justo ahora sus dos patrias, México y Cataluña, viven momentos de transformación, ambas están cerca de elecciones decisivas para su historia y, por diferentes razones, son días de gran espera.

 

Una vida llena de terremotos, libros y pasiones, Villoro es hoy una de las voces más importantes de México. Después del terremoto del martes 19 de septiembre, él bajó a la calle para ayudar y teniendo que entregar el artículo que publica todas las semanas para la revista Reforma con la que colabora el jueves, escribió de manera instintiva y urgente un poema que se volvió viral en pocos minutos, “El puño en alto”, dedicado a su gente: 

“El que es de aquí. / El que acaba de llegar y ya es de aquí. / El que dice “ciudad” por decir tú y yo y Pedro y Marta y Francisco y Guadalupe. / El que lleva dos días sin luz ni agua. / El que todavía respira. / El que levantó un puño para pedir silencio. / Los que le hicieron caso. / Los que levantaron el puño. / Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía. / Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía y oyeron un murmullo. / Los que no dejan de escuchar”.

Estas son algunas de las lineas escritas por Villoro en esas horas en las que los rescatadores continuaban excavando y levantando sus puños, con la esperanza de escuchar el murmullo de la vida bajo los escombros. 

“Ante los desastres, naturales o históricos, los hombres siempre respondieron con actos y obras. La acción y el arte son nuestras respuestas a la universalidad del mal y del dolor”, comentó Octavio Paz (Ciudad de México, 1914 – 1998, entre los escritores más influyentes del siglo XX, Premio Nobel de Literatura), después del terremoto del 1985 que ocurrió durante otro 19 de septiembre, 32 años antes, con consecuencias aún más trágicas.

Juan Villoro también nos ha acostumbrado al poder evocador de la palabra en sus textos expresados con ironía, empatía, lenguaje directo, sin temor de ser testigo del horror cuando ese está frente a sus propios ojos, respondiendo con arte y acción.

Muchos se han reconocido en tu poesía, ganando fuerza y luchando por la vida en los momentos más duros del desastre.
El puño en alto de las víctimas del terremoto de hoy en día, tales como lo de los zapatistas revolucionarios del los ’90, como los de los atletas de los Juegos Olímpicos del ’68 y de las revueltas estudiantiles de los mismos años – todos eventos del que tu fuiste testigo – representaron grandes gestos de valentía para México (y para todo el mundo). 

  • ¿Qué pasará ahora después de esta catástrofe? ¿Será un cambio real, cómo sucedió para los otros eventos senados por otros “puños levantados”?

“Soy periodista y entrego mi columna los jueves. El terremoto ocurrió en martes y era difícil pensar en otra cosa dos días después. Como todos, estaba obsesionado con el sismo y sus consecuencias. Lo que más me impresionó fue el gesto que determinó el rescate, el momento en que los brigadistas levantaban el puño y todo mundo guardaba silencio para tratar de escuchar si alguien seguía con vida. Este gesto convertía a la víctima en la auténtica protagonista del momento. Lo que necesitamos es ampliar eso a todas las instancias de la vida: oír al otro, al más necesitado, al que aún puede decir algo pero normalmente carece de voz y visibilidad. Ese es el gran desafío del México por venir”

  • Hay algún artista u ópera que, citando el título de un libro tuyo, crees sean un “espejo retrovisor” de México? ¿que lo representan o lo explican?

Hablas de “espejo retrovisor” y esto me remite a una idea: no puedes avanzar sin ver atrás; el futuro depende del origen. Lo más interesante que he visto en los últimos tiempos es el teatro de las comunidades indígenas zapatistas. No se trata de obras de “representación” sino de la puesta en escena de sus necesidades, demandas e ilusiones más concretas. Eso también forma parte de México, pero normalmente no se ve. Estuve hace unos días en Oventic, en la sierra de Chiapas y pude ver una puesta en escena entre la niebla. Varios pueblos se expresaron a sí mismos. Sólo actuaron mujeres, lo cual es una gran novedad en un país machista. Uno de los montajes fue la puesta en escena de una frase. Las palabras aparecían sueltas, en carteles sostenidos por distintas mujeres, y una laberíntica coreografía las iba articulando hasta que se pudo leer un mensaje de apoyo a Marichuy Patricio, indígena que lucha como candidata independiente a la presidencia (n.d.T. María de Jesús Patricio Martínez, conocida como Marichuy, nacida en Tuxpan, Jalisco, en 1963, es una indígena defensora de los derechos humanos, médica, elegida por el Congreso Nacional Indígena como representante de voz y candidata independiente para la presidencia de la República en las próximas elecciones de 2018). La idea de conjunto, al menos para mí, era la del enorme esfuerzo colectivo que se requiere para llegar a una consigna definitiva. Esa esperanza, surgida de los que menos tienen, es una lección para el país entero.

En México el 2 de octubre de 1968 se recuerda por la matanza de los estudiantes por el ejército, tampoco en España se olvidará el 2 de octubre de 2017 por los lamentables hechos acaecidos en Cataluña. En ambos casos, se escribió una triste página de Historia. Juan Villoro, medio catalán (su padre fue el historiador y filósofo Luis Villoro, Barcelona, 1922 – Ciudad de México, 2014), escribió en el periódico Reforma su opinión sobre los hechos y así comentó lo que está sucediendo en España.

El futuro está en otra parte: ni Rajoy es España ni Puigdemont es Cataluña. Hay proyectos muy diferentes dentro de la comunidad catalana. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lleva a cabo transformaciones que el gobierno de la Generalitat es incapaz de hacer. Mientras tanto, dos líderes irresponsables compiten para precipitarse hacia el desastre. El referéndum propuesto por Puigdemont no era vinculante. Al carecer de consecuencias legales, equivalía a un sondeo. Este ejercicio demagógico, diseñado para distorsionar la voluntad real de los catalanes, merecía ser criticado pero no reprimido. En un giro caricaturesco, Rajoy se convirtió en el paradójico aliado de su adversario: llegó al incendio con un bidón de gasolina. La Guardia Civil reprimió a una población indefensa que quería ejercer el voto y por cada golpe surgió un independentista. Este acto intolerable fue avalado de manera decepcionante por el rey Felipe, quien no tuvo una palabra de simpatía para las víctimas, culpó a Puigdemont de lo ocurrido y actuó como vocero del PP.

Después de empeorar las condiciones de salud, empleo y educación, el Govern catalán encontró un remedio de fantasía para su inoperancia: proponer otro país. No especificó cómo sería esa nación ni cuáles serán los costos para fundarla. La nueva patria apareció como una promesa de felicidad, un sentimiento que no admite otro análisis que los latidos del corazón. Puigdemont ha anunciado que se despedirá al llegar a la tierra prometida, cuando las palomas de la independencia vuelen sobre su estatua sin mancharla. No aspira a gestionar la realidad sino la ilusión. Serán otros los que asuman la tarea de encontrar dinero para pagarles a los jubilados. ¿Cambiar de bandera es cambiar de país? Sin un proyecto social de renovación, Puigdemont apela a las fibras sensibles de sus paisanos, que no estarían tan necesitados de estímulos si no hubieran sido estafados con las negociaciones del Estatut hace pocos años. Cuando las vías legales para la autodeterminación se cerraron, surgió la idea de hacer un referéndum al margen de la Constitución. Hace unos años el independentismo habría fracasado en una votación. Su actual fuerza se debe al proselitismo del Govern y a la cerrazón del Gobierno del PP, que entiende la unidad de España como un matrimonio donde es preferible matar al cónyuge que separarse de él. Si no se reconstruye el pacto social, no habrá salida negociada a la crisis. Para lograrlo, es imprescindible que Cataluña pueda decidir su propio destino”.

 

Mercedes Auteri

 

Mercedes Auteri (Catania, Italia, 1977) es doctora en Historia del hombre, de la sociedad y del territorio, con tesis en Historia del arte, y tiene una maestría en Turismo Cultural Sostenible y Comunidad Local, con una tesis en Museología. Asistió a la Escuela de Especialización para la Enseñanza de la Historia del Arte y ha seguido y celebrado diferentes cursos de Educación museológica en Italia, Suiza, Francia, Irlanda, Túnez, Estados Unidos y Mexico.