Nunca he sido amigo de banderas ni estandartes, lo confieso. Y en contra de mi voluntad, estos días, se agitan banderas en nuestro territorio nacional, demasiadas banderas: constitucionales, señeras, esteladas, banderas inconctitucionales….

Las banderas nos identifican, nos posicionan, pero también nos dividen y enfrentan. Abren un camino hacia lo desconocido. Siempre que hay algún conflicto entre pueblos, aparecen las banderas. Por mi parte me apunto a la pureza de una bandera blanca, de paz.

Todavía no sabemos en que acabará -si es que alguna vez se pone fin- la deriva que ha tomado el gobierno catalán. El simulacro de referendum no ha sido mas que la coartada para seguir la hoja de ruta marcada por los secesionistas.

Y lo que ha ocurrido tras ese movimiento es que el esperado diálogo ha dado paso a una narración torticera de violencia utilizada por las fuerzas policiales dependientes del gobierno de la nación.

Nadie gana con lo ocurrido el 1-O en Cataluña, pero me temo que debemos de ir preparandonos para una catástrofe, no en el sentido violento pero una catástrofe al fin de tipo económico, con repercusión en las relaciones personales y hasta en las familiares.

El gobierno catalán ha ido tan lejos que tiene muy difícil volverse atrás. Por su parte el PP no tiene en su ADN ideológico la posibilidad de pactar una consulta para dar una salida democrática a esta situación. Hay una rigidez innegociable en las dos posiciones antagónicas.

Los ciudadanos de aquí y de allá les pedimos diálogo para poder encontrar una solución política consensuada. De momento los dueños políticos de esta situación ni oyen ni, lo que es peor, quieren oir.

No están a la altura.

PD: esperamos respuesta del todavía Presidente de la Generalitat a la pregunta del otro Presidente, el todavía, de todos los españoles porque ni la gramática de la lengua castellana ni la de la lengua catalana han sido capaces de discernir lo que dijo Puigdemont en su discurso de no proclamación pero casi, de la República catalana.

Ni Gila lo haría mejor con un teléfono en la mano.

Angel L.Nieto

Octubre de 2017