Eran casi las cinco de la tarde, como si fuera una corrida de toros. Alguien dio la voz de alarma mientras el pueblo estaba casi dormido o jugando a las cartas en el bar.
Había fuego, una columna de humo salía de unas huertas cercanas y todo el pueblo, poblado más que de costumbre al ser domingo por la tarde, acudió al lugar del incendio que se estaba acercando peligrosamente a las casas. Los árboles y las hierbas resecas del calor de este verano ardían con todas sus fuerzas. Incluso las llamas habían cruzado la carretera y amenazaban con entrar en los campos semiabandonados y llenos de maleza.
incendio-antimio-2Pero allí estaba la gente, los vecinos y los que estaban por allí. Para colmo de males, se había cortado la corriente eléctrica y los motores de los pozos no funcionaban. Se sacó el agua a mano de un pozo cercano y, cada uno como pudo, armado de calderos y de sulfatadores, se puso manos a la obra. Se pudo rodear al fuego e ir atajándolo, creando cortafuegos como se podía, dejando arder lo que no se podía apagar pero controlando el perímetro para que no llegara a las casas ni se extendiera más.
Al poco rato, llegó la Guardia Civil y ya se había avisado a los bomberos. Un señor, de Medio Ambiente dijo que era, nos explicó que los bomberos se habían extraviado pero que estaban en camino.
Cuando ellos llegaron, el fuego ya estaba controlado y apagado gracias a la labor cordinada de los vecinos del pueblo. Ya solo les quedaba, dos horas y pico más tarde de haberlos llamado, echar más agua para prevenir posibles futuros brotes. Dos horas y pico para recorrer 13 kilómetros que separan a Antimio de Abajo de León.

AL/ELD.com