parlamento vacio

Cada vez que se acercan las elecciones, como en este momento, siempre me pregunto lo mismo: ¿por quién voy a estar representado yo?

Aclaremos una cosa: Imagínense que no me gusta ningún partido político de los que se presentan y tampoco me gusta ninguna de las personas que aparecen en cada una de las listas de esos partidos. Me parecen todos igual y, por lo tanto, no quiero que nadie de esos me represente.

En un sistema democrático como en el que dicen que estamos, solamente me cabría la opción del voto en blanco, del voto nulo o simplemente de la abstención. Pero con cualquiera de estas opciones, sigo sin estar representado en los parlamentos, y mi abstención o mi voto en blanco beneficiaría ineludiblemente a alguno de los partidos y de las personas que se presentan y que, recordemos, son los que a mí no me gustan. Por esa ley de porcentajes que nadie sabe como funciona, si voto mal y si no voto igual de mal.

Llevemos mi caso al extremo para entendernos mejor. Supongamos que solamente votaran en estas elecciones 100 personas en todo León. Al resto, como a mí, no le gusta ninguno y, consecuentemente, no van a votar o votan en blanco. Pues es igual. Saldrán elegidos los mismos. Se establecerán los porcentajes correspondientes y ya está. Se repartirán los escaños que haya entre los candidatos de las listas.

Pero, ¿dónde estaríamos representados ese más del 99,99 por ciento de gente que no hemos votado porque no queremos a ninguno de los que se presentan? A aguantarse toca y seremos, queramos o no, representados por los que hayan elegido esas 100 personas.

Siempre que veo una alta abstención me da vueltas en la cabeza este mismo problema. Y solamente veo una posible solución.

El sistema que propongo es que existan los escaños vacíos. Que la gente que no ha votado se encuentre representada por escaños sin ocupar. Y que si la abstención y los votos en blanco y los votos nulos son un tanto por ciento determinado del total, existan en cada parlamento ese mismo porcentaje de escaños vacíos.

Por una parte, yo me vería representado, dado que estaría presente mi opinión en ese parlamento. Y así, si el número de escaños vacíos es más del 50 % ninguna ley ni norma podría salir de ahí con lo cual estarían teniendo en cuenta a todo ese más del 50 % a los que no le gusta ninguno de los partidos que se presentan. Ello llevaría, consecuentemente, a la disolución de la cámara y a que surgieran nuevos partidos o que los existentes propusieran otras cosas mejores.

Y por otra parte, y no menos sustanciosa, ¿se imaginan ustedes la cantidad de dinero en impuestos que nos ahorraríamos al no tener pagar a tantos parlamentarios que ya de por sí no opinan ni pintan nada y que solo siguen la opinión de su lider (cuando lo tienen) o se alían después con el partido contrario para conseguir un trozo de poder (léase dinero) a cuenta de los contribuyentes de siempre, algunos de los cuales, como yo, no le ha votado siquiera?

Como decía, es una cuestión que siempre se me plantea cada vez que se acercan las elecciones. Si a usted, amigo lector, le convence alguno de los partidos que se presentan, bienaventurado porque se verá representado aunque después le tomen el pelo. Pero si a usted no le gusta ninguno, debería plantearse ésta y quizá alguna pregunta más sobre quién ocupará el escaño que a usted le corresponde.

No quiero decir que no me guste ninguno, pero… ¿y si fuera así?

Angel Lorenzana Alonso